jueves, 13 de enero de 2011

Colcha de retazos


Colcha de retazos
La vi allí frente a la ventana, repetir la misma pregunta y voltear para escuchar la misma respuesta. Al verla me preguntaba la razón por la cual recordaba sólo parte de las cosas. La primera vez que me vio y no me reconoció me causó un dolor profundo, un malestar se me instaló en el alma, porque es difícil aceptar que tu abuelita no te reconozca de nada. Días después estuvo mal, a sus ochenta y tantos es claro que el cuerpo se debilita y es más difícil que salga adelante con todo. Entonces, la preferí viva, sin importarme si me recordaba o no y mi visión de su olvido tomó otro cariz.



Muchas teorías explican por qué recordamos, cómo, desde cuando. Yo entendí que la memoria es como una colcha de retazos, retazos de momentos con distintos decorados, colores, personajes. Momentos que podemos recorrer uno a uno, algunos los adornamos, los bordamos por los lados, le ponemos aplicaciones, otros que están desgastados de tanto transitar por ellos con la punta de los dedos. Algunos arrugados porque en un momento de dolor o rabia -hay quien dice que son casi lo mismo- los apretamos dentro de un puño y no lo soltamos hasta que el dolor y la rabia pasaron. Recuerdos no tan bonitos los recortamos, escondiendo las esquinas más oscuras.
Siendo así, es lógico pensar que a veces sucedan accidentes. La colcha se deshilacha, la reparamos pero perdemos pedacitos. Entre recuerdo y recuerdo, el pliegue y la costura nos quita detalles. Finalmente puede que se dañe nuestra colcha y quedemos en medio de la vida, completamente desnudos y con frío, porque todo lo que ha sido el mundo que conocemos, ha desaparecido.
Es llamativo que mi abuela no recuerde a mi mamá, su primera hija, "la negra". No conoce a casi ninguno de sus nietos, ha olvidado años completos de recuerdos y de veras luce perdida por momentos, como si no entendiera la situación. Pero de pronto la chispa de vida vuelve a sus ojos, le digo "abuela, cuando me hace conservas de coco" y me mira sonriente con una expresión traviesa como si se acordara. Tal vez sea sólo que se pregunta "¿y esta cómo sabe si se hacer conservas de coco?" Pero siendo atenta a los detalles, descubro su carácter amable, su deseo de complacer, la alegría de recibir cariño y me doy cuenta que el fondillo de las personas queda para siempre, intacto. Saben, lo que la persona es el fondo, en lo más profundo.
Mi hermano va y la abraza y le dice "ven pa'cá viejita" y ella finge resistencia y comienza a decir "¿este muchacho qué le pasa? Será que es loco que quiere agarrarme." Y enfurruña la cara, pero no lo empuja, se queda allí como antaño, cuando peleaba con él por agarrarle una teta. "!Viejita¡" Repite mi hermano y entonces no la veo pérdida.
Es curioso, pero comprensible que entres las cosas que recuerde mi abuela, recuerde a mi tío Tomás. Su primer hijo con quien fuera su verdadero amor, su último amor. El único a quien le tuvo más de un hijo, el único que conocí y a quien quise como a un abuelo. "El camello" así le decían, el por qué no lo sé exactamente. Quizás por su apellido "turco" Teran. Disculpen los turcos, pero para el "venezolano de a pie" las nacionalidades y etnias eran cosas muy sencillas. Todo blanco venido de fuera era un "musiú" fuese francés, español o alemán. Hay otras derivaciones y sinónimos, pero baste esa de momento. Los de ascendencia mora, piel oliva y con nombre árabe o parecido pues eran turcos, ellos en esa Venezuela de la postguerra se les conocía porque iban de puerta en puerta vendiendo a plazos. EL camello no era vendedor a plazos, pero su apellido parecía de turco, así que de pronto le decían camello por que los turcos vienen del desierto.
Quizás no tenía nada que ver con su apellido, ni con su origen, sino con su aspecto físico. Camello era alto, muy alto y delgado y caminaba con un cierto vaivén que recordaba el vaivén de los camellos. Fuera por lo que fuese, el camello conquistó el corazón de mi abuela, fue su única pareja estable y la alejó del trabajo en botiquines para el resto de su vida. Vivieron juntos, como pudieron. Pero hay parejas que no sirven para vivir juntas. Así que entre discusiones tontas y peleas cada uno vivió por su cuenta y mi abuela quedó sola en una casa que le dio el gobierno nacional en su plan de cinco mil casitas por año, durante el primer mandato de Caldera.
Aun los recuerdos peleando como niños cuando él venía de visita. "Es que no puedo venir" Preguntaba con sonrisa sinvergüenza. "Aquí viven mis hijos". A sabiendas que mi abuela no lo echaría y mi abuela renegaba en voz alta, mientras iba a servirle un café que él no tardaba en mendigar. Se sentaban a hablar y luego de un rato si no se enojaban él se iba tranquilo, como vino, pidiéndole un beso en la boca antes de irse y ella empujándolo a la puerta, en medio de reclamos para que madurara, llamándolo viejo y zoquete y riendo disimuladamente para que la creyera molesta.
Peculiar modo de cortejo tenían.
Otras veces Camello le buscaba la lengua, la chinchaba, buscándole la caída y ella mordía el anzuelo y se peleaban. Como un par de niños, diciendo tonterías y sin argumentos. Como quién discute por el gusto de discutir y cuando ella perdía la paciencia, huía molesta en verdad o lo corría de la casa, hasta la próxima vez que le regalara la visita. En esos momentos no había beso de despedida.   
Una vez hice un curso de psicodrama. En el proceso una persona es escogida como protagonista. Según explican el protagonista es el primero que muere (Proto: primero -Agónico: muerte). así que se escoge a quien más sufre, quien está viviendo un drama, o situación que no tiene aun un cierre. Luego de trabajar su proceso, el protagonista queda cansado, sus sentimientos han salido a flote delante de personas que no le conocen, tiene un nuevo balance, un nuevo acerbo de puntos de vista, de soluciones de herramientas. Lo más importante es que el protagonista, luego del drama, se siente desnudo. Ha desvestido sus sentimientos delante de todos, ha vivido su drama. Entonces el público tiene un papel muy importante y ayudan a vestirlo a golpe de recuerdos, de vivencias similares, de situaciones en las que ellos a su vez se sintieron así y que les sirven para entenderlo.
Escribir sobre mi colcha de recuerdos, es como decía mi profesor de psicodrama, desvestirse para vestirse. Contarles a mis amigos imaginarios todo lo que recuerdo de mi niñez y mis padres para poder arroparme con ellos, para calentarme, para sentir la calidez de ese hogar que ha quedado poco a poco olvidado en un armario y reconstruir la colcha que se dañó, que quedó olvidada y que nutre con su colorido la persona que soy hoy en día.
Quizás el mejor homenaje que puedo hacer a mi abuela Roselina sea recordar esos retazos que compartimos. Esos que ella no vivió con nosotros, esos que pertenecieron a mi mamá y que si no guardo aquí se olvidarán. Estoy consciente que somos herederos de un acerbo despreciado muchas veces. A muchos les basta con documentar el presente, el nacimiento de sus hijos, su matrimonio, qué se yo. Yo quiero ser depositaria de la parte de historia de mi familia que conozco. Entre recuerdos, testimonios, fantasías y poder conservarlos en un lugar importante de mi vida. Para mí, para mis hijas, para quienes lo quieran leer.

4 comentarios:

  1. Es un texto para pensar. Un poco triste, nostálgico de la vida que se ha ido.
    Un beso

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  2. Una colcha de recuerdos para saber quién eres. Abrazos.

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  3. La grandeza de una persona se puede manifestar en los grandes momentos, pero se forma en los instantes cotidianos.Linda tu apreciacion de los momentos de tus momentos,me llevastes a recordar los mios, esos que aveces sin querer ponemos una distancia, una colcha de retazos que nos arropa y nos da una sensacion calida,y que heredamos y no debemos perder ningun pedazo de ella.

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  4. Rosa Cáceres, nostalgico si, triste no sé, es lo bueno de las colchas nos arropan de una manera que te protegen de la tristeza y al escribir me sentí muy reconciliada conmigo misma.

    Mariluz, una colcha para recordar quien soy.

    DFX, un gusto de leerte, me agrada encontrarme contigo, descubrirte detrás de una imagen o de un comentario, espero los encuentros se repitan con más frecuencia, Un abrazo.

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